Cuenta Carlos Prieto, ilustre violonchelista y escritor mexicano, como una historia apasionante de casualidades su relación con Cádiz. Como un libro de peripecias, una de tantas que cuenta en su libro Las aventuras de un violonchelo, que ayer presentó en la Casa de Iberoamérica. Prieto, incansable investigador y viajero, obseso de su instrumento, un Stradivarius conocido como violoncello Piatti por el nombre de uno de sus dueños, relata al periodista la manera en que conoció a un buen número de gaditanos, cuando en realidad llegó aquí para conocer un poco más de la historia de este singular instrumento.
Y dice Prieto que la historia de su libro empezó en su interés por "dónde y en qué manos había estado" el violonchelo que adquirió en la Fundación Marlborough de Estados Unidos, donde se encontraba en 1978 y donde nadie lo tocaba. "Cuando los instrumentos no se tocan pierden la voz", lamenta, y la Fundación lo puso en manos de una empresa que se dedicaba a la compra y venta de instrumentos, que se puso en contacto con él, a través del especialista de esa empresa, que era muy amigo de Prieto.
"Yo ya tenía otro chelo de Stradivarius -confiesa- y le dije a mi amigo que no me interesaba, que sonaba mejor el mío. Y él me dijo, mira no, lo que pasa es que este chelo ha enmudecido, porque no se toca, pero llévatelo un tiempo sin compromiso, y tócalo, es decir dale una muy intensa conversación. Y así fue recuperando la voz. Y finalmente cambié el mío por este. Desde 1979 me acompaña en mis conciertos".