Para ilustrar la maleabilidad del cerebro humano, Greenfield cita a un extraordinario estudio médico de la universidad de Harvard que involucra voluntarios que no podían tocar el piano. En dicho estudio, los participantes fueron divididos en tres grupos: al primero le dieron clases de piano intensivas durante cinco días, al segundo lo llevaron a una habitación idéntica con un piano idéntico pero no tenían nada que hacer con él, y al tercero lo colocaron en una habitación idéntica con un piano idéntico también, y simplemente les dijeron que imaginaran que estaban practicando ejercicios de piano durante los siguientes cinco días. Al parecer, la música es sanadora. Veamos. Los escáner de cerebro resultaron extraordinarios. Como se esperaba, los cerebros de aquellos que sólo se sentaron en la habitación con el piano y sin hacer nada, no habían cambiado en absoluto. Poco sorprendentes fueron también los resultados de aquellos que habían practicado los ejercicios de piano presentaban cambios estructurales bien marcados en el área del cerebro asociada con el movimiento dactilar.
Pero lo que fue realmente llamativo fue que el grupo que se había imaginado tocando el piano presentó del mismo modo cambios notables en la estructura del cerebro que eran casi tan pronunciados como aquellos que verdaderamente habían practicado en el piano.“El poder de la imaginación parece ser algo más que una metáfora; es real, y posee una base física en nuestro cerebro”, dijo Greenfield. Desafortunadamente, los neurocientíficos aún no han explicado cómo los cambios reportados en el nivel micro celular se traducen en cambios de personalidad, comportamiento o carácter. Pero según Greenfield no necesitamos saber eso para darnos cuenta de que los cambios en la estructura cerebral y nuestros pensamientos y sentimientos más elevados se encuentran indudablemente conectados.
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