Yuja Wang es una de las grandes estrellas mundiales del teclado. La intérprete china protagonizó hace unos días un nuevo encuentro del ciclo ‘Visionarios’, un ambicioso debate de creadores promovido por EL PAÍS, la Cadena SER y Banco Sabadell.
A sus 27 años, la pianista es una de las sensaciones de la escena de la música clásica, una figura capaz de atraer nuevo público e inspirar vocaciones. Ella fue la protagonista ayer de la segunda entrega del cicloVisionarios patrocinado por el Banco Sabadell, en un diálogo con los periodistas Jesús Ruiz Mantilla, de EL PAÍS, y Javier del Pino, de la cadena SER, llevado a cabo en el auditorio 400 del Museo Reina Sofía.
Que sus dedos dancen le viene de familia y precisamente con su niñez en China y su primer recuerdo del instrumento con el que crea magia, entonces “como un enorme juguete”, comenzó la conversación, dentro de estos encuentros que persiguen un contacto fresco con el mundo de las ideas, de la creatividad y del cambio. Presentada por Ruiz Mantilla como “una artista fundamental y uno de los líderes dentro de un mundo que se considera cerrado y ortodoxo y que gracias a personas como ella abren fronteras” Wang rememoró cómo lo suyo empezó como una carrera frustrada de bailarina, la profesión de su madre, al ser “demasiado perezosa”. Con el regalo de interpretaciones al piano intercaladas con la charla, rindió un homenaje al baile con Petrushka, de Stravinski. Y las manos se comportaron de nuevo como pasos de ballet.
Ahora la joven reside en Nueva York, donde un problema con los vecinos no se ha debido a los ensayos, sino que fue “por una fiesta, un accidente”, Wang contó divertida, se mostró sorprendida ante la afirmación de que ella es como una estrella de rock en China. “¡Es bueno saberlo!”, rio. Si la pianista considera que el músico jamás es lo suficientemente bueno en su arte, fue sencilla su respuesta interrogada por Ruiz Mantilla sobre los nuevos espacios que abre con sus interpretaciones. Wang apuesta por la diversidad y la creatividad, por compartir el gozo que para ella significa tocar el piano. “Estos son nuevos tiempos, pero a un artista no se le debe encasillar”.Risueña, coqueta, amante confesa de la moda y de una determinada estética que hace que se alce más de una ceja y que rompe los patrones al uso de la música clásica, a los 14 años salió de su país para formarse como pianista; su primer viaje fue a Calgary (Canadá). “Aquello fue crucial, un momento en que, de tan joven, ni siquiera sabía el significado de la soledad”. Wang regresó ocho años después a China triunfal de la mano de Claudio Abbado, y, como se volvió a recordar en la charla, son infinitas las fronteras que ha cruzado desde entonces, y no solo físicas. Treinta millones de chicos estudian piano bajo su inspiración en China, apuntó Ruiz Mantilla. Y los visionados de los vídeos de sus interpretaciones traspasan récords en Internet.
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